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  • Writer's pictureInty Grønneberg

Es hora de que el pragmatismo llegue a la política ecuatoriana



En los últimos días del juicio político al presidente Guillermo Lasso hemos tenido que soportar el irrelevante y bochornoso espectáculo de los “representantes” del pueblo. No han faltado los gritos, las burlas y las peleas, que lo único que logran es que los ecuatorianos le pierdan el poco respeto que les quedaba sobre la frágil institucionalidad que nos rodea. El resultado no es para menos: Mientras el país se desangra, la clase política vive ensimismada en sus conflictos, como si los hubiésemos elegido para protagonizar una telenovela de mal gusto.


A tal punto ha llegado el disparate, que muchos de los que nos representan tienen la sinvergüencería de salir a decir cualquier cosa para auto justificar su forma torcida de tomar decisiones, menospreciando la capacidad de la gente. Pareciese que están enceguecidos en su propia fábula.


La realidad es que no engañan a nadie más que a ellos mismos. La política no debería ser un show de mal gusto, sino más bien el espacio en donde las diferencias sociales se resuelvan de forma organizada, generando certezas para la gente, disminuyendo brechas y logrando progreso. Para eso fueron elegidos.


Con total franqueza, la situación del Ecuador no está para soportar sus vainas. Cuando el momento de un país es tan dramático, las fuerzas políticas tienen la responsabilidad de incluso hacer a un lado sus diferencias ideológicas y emocionales para sumar esfuerzos y hacer frente a los verdaderos enemigos del país en la actualidad: los grupos irregulares que generan violencia y muerte. Quienes no lo hacen, solo permiten que los enemigos se sigan fortaleciendo y ocupen más territorio. Se vuelven acólitos del caos y la historia los juzgará como ello.


Es hora de que en el país la ciudadanía demande de los políticos ejercer una postura clara y pragmática. Si es que no tienen capacidad para hacerlo, es mejor que se vayan a su casa.


En estos momentos existen solamente dos escenarios sumamente definidos: apoyo al gobierno o censura. Cualquier verborrea fuera de esto es pretender insultar nuestra inteligencia.


Quienes desean apoyar a que el gobierno del presidente Lasso se mantenga, háganlo, pero de frente, caso contrario serán responsables de un estallido social. No ser conscientes de aquello raya en lo absurdo. Si ese es el camino que escogen, será un voto de confianza cuyo resultado es también que arrimen el hombro y ayuden al gobierno a salir adelante hasta que culmine el periodo. En este escenario, debería formarse un proyecto de coalición en el cual de forma transparente distintas fuerzas políticas lideren distintas carteras del gobierno, logrando una visión más plural y una estabilidad en la Asamblea. El país no soporta más su incertidumbre.


En el caso de una inminente censura, fruto de que el presidente ha venido quemando todos los puentes de diálogo desde el inicio de su mandato, entonces lo único que le queda es dar un paso al costado, permitiendo que el vicepresidente sea quien busque los consensos necesarios con otras fuerzas políticas, igualmente de forma clara, para lograr estabilidad democrática en estos tiempos tan duros. El vicepresidente hasta ahora no ha hecho mayor esfuerzo para “hacerse notar” y por ello ha sido ampliamente criticado, pero justamente eso le puede permitir llamar a acuerdos.


En los próximos días se definirá el futuro de nuestro país mientras las muertes violentas aumentan día tras día. La responsabilidad de la política es enorme; cualquier acuerdo por debajo de la mesa que llegue a destaparse detonará una bomba que puede pulverizar hasta los cimientos de nuestra democracia. Las “madres y padres” de la patria tienen una responsabilidad histórica que puede ser el inicio de retomar un camino hacia el progreso o llevar al país al precipicio.

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