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  • Writer's pictureInty Grønneberg

Hemos llegado al Gobierno del desencuentro


Hace aproximadamente un año, escuchábamos las declaraciones del presidente electo Guillermo Lasso, luego de ganar las elecciones en la segunda vuelta electoral. Después de agradecer a Dios, a sus padres y a los ecuatorianos, el flamante mandatario agradecía a Jaime Nebot, líder del Partido Social Cristiano, quien se encontraba a su derecha y a las bases de su movimiento por el compromiso en campaña.


Días más tarde y durante su posesión, nos decía, con lágrimas en los ojos, que la era de los caudillos, aquellos líderes mesiánicos que creían tener todas las respuestas terminaban con su mandato. Nos comentaba a todos los ecuatorianos, además, que la era del odio había terminado, puesto que él no había sido elegido para saciar la sed de venganza de unos pocos, sino más bien para resolver el hambre de muchos. Las luchas desde el poder ya no serían hacia personas por pensar distinto, sino más bien contra el hambre, el analfabetismo, la desnutrición y la violencia de género. Recibía así la banda presidencial de Guadalupe Llori, nueva presidenta de la Asamblea Nacional, representando al movimiento indígena, a través de Pachakutik. Había nacido así el proyecto político del ‘Ecuador del Encuentro’ y la nación sentía esperanza.


La gran promesa del presidente sobre el encuentro ha sido quizás su mayor incumplimiento. Cada semana son más frecuentes sus peleas con su exaliado Social Cristiano, hasta el punto de la vulgaridad. Hace un mes, le retiró su apoyo a la presidenta Llori y acusó a parte de la bancada de su partido de supuestos chantajes. Lo mismo sucedió con el excandidato presidencial Xavier Hervas y la Izquierda Democrática. La lista de peleas, tanto en la política como contra movimientos sociales es larga, a tal punto que el plan desde Carondelet es gobernar sin la Asamblea Nacional.


La esperanza creada en su primer día de mandato se transforma vertiginosamente en frustración para los ciudadanos de a pie, puesto que, en lugar de propuestas, las noticias están llenas de conflictos entre sus representantes y todo en menos de un año. Esto sucede mientras la delincuencia nos azota a diario.


La desilusión empieza a salir a las calles. En la marcha del primero de mayo, a los trabajadores se les sumaron diversas organizaciones de la sociedad civil, y si bien es cierto que las marchas a nivel nacional fueron pacíficas y multitudinarias, ya se empezaron a escuchar consignas en las calles como la revocatoria o la muerte cruzada. El descontento sigue creciendo.


Entrando al mes del primer año de mandato, estamos por arribar a la otra antípoda de la propuesta inicial: hemos llegado al Gobierno del desencuentro. Esta nueva visión, bajo la cual cada semana entra al banquillo de los encontrones algún nuevo personaje -siendo el último Fidel Egas, colega del presidente- no va a llevar al Ecuador a ningún lugar que no sea el caos social. Al presidente tampoco le ayudan los datos de su gestión solitaria: a pesar de tener la mayor recaudación tributaria de la historia, producto de la controversial Ley Económico Tributaria, ha tenido la menor ejecución del plan anual de inversiones en los primeros cuatro meses de este año, comparado con cuatrimestres de las últimas décadas, según datos del economista Fausto Ortiz.


El resultado del desencuentro y la falta de gestión son la falta de crecimiento económico e incertidumbre, lo cual se ve reflejado incluso en los indicadores externos del Ecuador, como el riesgo país, que se mantiene hace más de un año en alrededor de 801 puntos, generando que la tasa de interés que paga el Estado aún siga siendo mayor al 10%, siendo superior a países vecinos, complicando también la atracción de capitales.


El 24 de mayo, el presidente se volverá a dirigir a la nación, pero el país que nos prometió en su primer discurso no existe. Ojalá en esta ocasión, las palabras vengan con un plan y con acciones que realmente sean ejecutadas, porque es muy probable que los ecuatorianos no soporten otro año de promesas incumplidas, en donde lo único que aumenta es la inseguridad y la falta de oportunidades.

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