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  • Writer's pictureInty Grønneberg

Mantener el petróleo del Yasuní ITT es mejor negocio

La explotación del bloque 43 no traería las ganancias que el gobierno ha calculado. Es momento de pensar en alternativas más rentables que la extracción.



El Parque Nacional Yasuní en 2014. Fotografía tomada del Ministerio del Ambiente.


Los ecuatorianos debemos decidir qué pasará con el Bloque 43, ubicado en el Parque Nacional Yasuní. El ministro de Energía, Fernando Santos Alvite, ha dicho que el Ecuador perderá 1.200 millones de dólares anuales si es que el 20 de agosto la mayoría vota sí, y decide dejar el petróleo bajo tierra. Este cálculo genera dudas. ¿Cuánto perdería, en realidad, el Ecuador por dejar de extraer el crudo del Yasuní ITT?


Según información que presentó el mismo gobierno a la Corte Constitucional durante las audiencias para determinar si daba o no paso a la consulta popular, el precio de exportación por barril fue calculado en 89,05 dólares. Este monto es muy superior a los 64,8 dólares por barril proyectado para este 2023 por el Banco Central. Dicho valor incluso está fuera del promedio de la mayoría de los meses en lo que va del 2023. En marzo alcanzó su valor más bajo 58,76 dólares por barril.


La estimación presentada tampoco guarda coherencia con los precios estimados a futuro. Según el departamento de Estadística y Análisis de los Estados Unidos, el precio del barril WTI (usado como referencia para estimar el precio del crudo ecuatoriano) llegará al 2025 a alrededor de 65 dólares. Mientras que al 2030 podría alcanzar una cifra promedio de 71 dólares.


Según la ex ministra de Finanzas, Wilma Salgado, solo realizando una corrección y cambiando el valor con el indicado por el Banco Central, la pérdida calculada se reduciría a 523 millones anuales. Menos de la mitad del valor anunciado por el ministro Santos. Es decir, no perderíamos tanto como dice.

El análisis no queda ahí.


Según el propio ministro Santos, elpetróleo del Yasuní “brota espeso” y esto es “una desilusión”. En términos técnicos, la densidad del crudo se mide en grados API y mientras menor sea el número, mayor su densidad. Y, por ende, mayor el costo de extracción. Mientras más denso el petróleo, menor el valor comercial porque requerirá de más inversión para ser procesado.


A manera de ejemplo, mientras que el grado API del petróleo WTI está en 40, el encontrado en el ITT (en los campos que ya han sido explotados) estáentre 14 y 15 grados. Incluso en las pruebas ha llegado hasta 8 grados API. Con esta información,un análisis del investigador Carlos Larrea de la Universidad Andina Simón Bolívar, señala que para extraer crudo de estas características, el país pagaba 25 dólares por barril y el valor podría llegar incluso hasta 50 dólares.


Esto quiere decir que, si sumamos a los altos costos de extracción otros valores como transporte (alrededor de 13,46 dólares por barril) y procesamiento, reinyección de agua (cada barril de crudo de esta área sale con cerca de 11,5 barriles de agua altamente contaminada), la futura extracción podría estar a pérdida en un corto plazo porque los costos podrían ser hasta más altos que los ingresos.


Esto no es todo.


Para el cálculo de pérdidas presentado por el ministro Santos se consideró una reserva recuperable —los yacimientos de petróleo probados cuya extracción es financieramente viable— de 838 millones de barriles en 23 años, con base en la información del Ministerio de Recursos Naturales No renovables del 2013.


Sin embargo, el valor que presentó Petroecuador a la Corte Constitucional este 2023 es de 136,2 millones de barriles recuperables. Lo cual generaría 148 millones de dólares por año en los siguientes 33 años.


Este valor es únicamente el 0,47% del presupuesto del Estado ecuatoriano para el 2023.

Pero la extracción de petróleo del Yasuní ITT generaría, de todas maneras, ingresos necesarios. ¿Qué alternativas hay que sean más rentables a la explotación del Yasuní?


Durante varios años hemos discutido sobre la posibilidad de que el petróleo del país se acabe. El momento finalmente ha llegado. Según un estudio de Luis Arauz-Jaramillo, investigador de la Universidad Central del Ecuador, al ritmo de extracción actual, las reservas probadas se terminarán en el 2028. Además, en el contexto global, según datos del Banco Mundial, la inversión en el sector petrolero se ha reducido en un 20% en tan solo 4 años.


Esto quiere decir que, la transición hacia un Ecuador post petrolero debe ser gradual, pero debe ser ahora.


Es momento de que todos en el país entendamos esta realidad, y empecemos de inmediato. El primer paso debería ser evitar la explotación de crudo en las áreas megadiversas del país. ¿Por qué? Porque su valor económico irá creciendo año tras año, en un mundo en donde cada vez se hace más difícil encontrar territorios de estas características.


El Parque Nacional Yasuní es una reserva de Biósfera declarada por la Unesco. Es además reconocido como una de las áreas con la más alta biodiversidad por kilómetro cuadrado del planeta. Su ecosistema alberga 99,73% de vegetación natural única en el mundo.


Las alternativas económicas en el corto plazo tienen que ver con decisiones políticas. Según un análisis de la economista y ex ministra de economía Wilma Salgado, solo eliminado los subsidios que se entregan como exoneraciones tributarias al 10% más rico del país, el fisco podría recibir 598 millones de dólares anuales. Este valor es cuatro veces superior a la pérdida real estimada por dejar el petróleo del Yasuní bajo tierra.


Si el Estado se enfocara en recaudar las deudas en firme al Servicio de Rentas Internas (SRI) de los 500 principales deudores del Ecuador, lograría un incremento en sus recursos de alrededor de 1.983 millones de dólares. Si a esto le sumamos el cobro de las deudas impugnadas al SRI del mismo grupo, serían 1.937 millones adicionales. Considerando todos estos potenciales ingresos, el Estado, en tan solo cinco años, podría obtener alrededor de 6.910 millones de dólares versus 4.884 millones por la explotación del crudo del Yasuní en 33 años.


Si queremos ir a una comprensión más profunda, podemos inclusive revisar nuestro modelo económico. Del análisis de la economista Salgado se puede entender la increíble magnitud de recursos que el país pierde por exoneraciones tributarias (que en su gran mayoría son realmente subsidios) concedidos a personas naturales y jurídicas por impuestos como el IVA, impuesto a la renta, entre otros.


El valor de las exoneraciones tributarias, según el Servicio de Rentas Internas, llegó a ser 6.338,6 millones de dólares solo en el 2021. En el mismo año, según el Banco Central, los ingresos petroleros al presupuesto general del Estado fueron de 2.733,5 millones. Es decir que, los ingresos petroleros de todo un año no nos sirvieron ni siquiera para cubrir la mitad de las exoneraciones tributarias.


¿Es el actual modelo económico del Ecuador un modelo viable?


Finalmente, es momento de considerar obtener recursos de nuestra mayor riqueza: la naturaleza. Al ser el Ecuador uno de los países más megadiversos a nivel global, tiene una enorme oportunidad para ofrecer productos basados en la bioeconomía. Este concepto radica en todas las actividades económicas que se sustentan en el aprovechamiento de recursos biológicos renovables, tanto en la tierra como en el mar.


El propósito: obtener alimentos, materiales y energía de forma sostenible, sin poner en riesgo su disponibilidad para las generaciones venideras.


Además, el Ecuador puede proveer servicios de mitigación de huella de carbono a empresas en todo el planeta. Se estima que el tamaño de mercado para este nuevo tipo de productos y servicios puede llegar a alcanzar, solo en la región, 15,4 billones de dólares cada año.


Desafortunadamente, cincuenta años de extracción de petróleo no sacaron a las grandes mayorías del país de la pobreza. Tampoco lo hará ahora en el corto tiempo que nos queda dependiendo de este recurso. Es imperativo que empecemos la transición gradual hacia la era post petrolera del país. El primer paso es proteger nuestras reservas de biósfera. El país puede tener un futuro de progreso inclusivo y sostenible si logramos vivir en armonía con el ambiente.


La decisión está en nuestras manos.

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