Hace más de tres siglos, la Santa ecuatoriana Mariana de Jesús sentenció que el Ecuador no será destruido por desastres naturales, sino más bien por malos gobiernos. Dicho vaticinio cobra fuerza cuando la situación se torna compleja para las grandes mayorías. El país terminó el año más violento de nuestra historia: Llegamos a la horrorosa tasa de 25.32 muertes violentas por cada cien mil habitantes. Alrededor de 4500 personas perdieron su vida en manos del crimen el año pasado, duplicando la estadística del 2021 y cuatriplicando la cantidad del 2019. Proporcionalmente y para que entendamos la terrible realidad, estos datos ni siquiera se dieron durante las batallas de guerra civil de nuestra historia republicana, ni tampoco durante las guerras contra otros países.
Este escenario encuentra al Gobierno sin soluciones palpables para enfrentar al crimen organizado, como se pudo prever de la entrevista que el presidente Guillermo Lasso tuvo en su balance de cierre de año con el periodista Carlos Vera. Sobre proyectos en esta materia, se habló de forma escueta sobre la visita del primer mandatario a Estados Unidos, que, según lo señalado, no tuvo resultados concretos. Además, se mencionó el proyecto de Ley presentado a la Asamblea Nacional y la Consulta Popular, ambos con expectativas inciertas. También se mencionó con gran pomposidad acerca de varios proyectos para jóvenes, pero que en la práctica no llegarían a impactar ni al 1% de los menores de edad. En conclusión, medidas que no han sido diseñadas para enfrentar de forma efectiva la enorme magnitud del problema de la inseguridad.
A este grave problema se suman otros. A pesar de que el presidente Lasso mencionó en la misma entrevista la creación de 450 mil empleos en el 2022 y una reducción cercana al 4% en el índice de pobreza nacional, se le olvidó que no se ha logrado recuperar los empleos perdidos durante la pandemia, estimados en 700 mil, ni tampoco llegar a niveles de pobreza anteriores al confinamiento como otros países de la región. Es decir, una gestión pobre, por más que se intente adornar los datos.
La cruda realidad hace que estemos más cerca del caos social, reflejada en el sentimiento de los ecuatorianos. Según datos de fin de año de la encuestadora Market, el 72% de la población siente que las cosas están mal o pésimo en el país y cerca del 66% piensa que estaremos peor en el primer semestre del 2023.
Sin lugar a duda, la coyuntura actual requiere a un gobierno decidido a hacer una política diferente y más efectiva, si es que desean no volverse la predicción de la santa compatriota mencionada al inicio. Para ello, la visión y propuestas desde Carondelet deben superar la inercia infantil de la política nacional que ya lleva varias décadas, en la cual, por el facilismo, se sataniza a los gobernantes anteriores y se destruye los proyectos que hicieron con los recursos de todos.
Para discutir que ese es el camino correcto, podemos citar dos ejemplos del Gobierno actual que podrían dar resultados positivos. Por un lado, tenemos la gestión de recaudación del SRI, que desde su creación en 1997 y a pesar de los vaivenes en el poder, ha podido mantener una política de mejoramiento continuo. El Gobierno, en lugar de la típica visión del “borra y va de nuevo”, ha propuesto una mejora con el área de seguimiento a grandes contribuyentes. Por otra parte, tenemos la decisión de optimizar el método de financiamiento de la CFN, en lugar de desparecer dicha organización creada hace más de 50 años. Según datos del presidente, han logrado colocar 155 millones a cerca de 60 mil pequeños empresarios de la base de la pirámide productiva.
En conclusión: El país requiere buenos gobiernos para salir adelante. Si el presidente Lasso quiere liderar uno, debe dejar de seguir haciendo lo que no le ha funcionado y atreverse a proponer una nueva forma de hacer política, que construya y mejore proyectos anteriores a su gestión, independiente de quien los hizo, valorando así el esfuerzo de todos los ecuatorianos que contribuimos con los recursos para que estos sucedan.